Cuando hemos tomado la decisión de tener un perro en casa, una de las cosas que debemos de tener en cuenta es que nuestro fiel compañero necesitará sentirse querido ya que es un animal social y cariñoso.
Él expresará su estado de ánimo a través de sus acciones y conductas. Esta convivencia puede verse afectada debido a los celos que de algún modo modificarán su conducta y no precisamente para mejor.
Tenemos que enfocarlo desde el punto de vista más ecuánime, ya que nosotros tenemos la ridícula tendencia a ver a nuestras mascotas con sentimientos humanos, y, aunque son animales que sienten y padecen, no lo hacen de la misma manera que nosotros.
Para empezar un perro no tiene comportamientos “éticos”, no hace las cosas por el simple hecho de molestarnos… y no siente celos de otros animales y personas como nosotros lo sentimos.
Que un perro se muestre agresivo cuando prestamos atención a otro miembro de la familia o a otro perro no son celos como los de los humanos, solo mantenimiento de lo que el perro percibe como el orden jerárquico de la familia.
El perro ante la llegada de otro miembro más a la familia, un bebe, un gato u otro perro puede sentirse desplazado, relegado a posiciones inferiores dentro del grupo del que forma parte. Si queremos que esto no ocurra y que note lo menos posible la incorporación del nuevo miembro, deberemos dedicarle tiempo, o por lo menos el mismo que le dedicábamos antes.
Hay que prestar la misma atención y cariño a cada animal para que la posición que ocupa en la familia quede clara, sin lugar a confusiones.
Es importante empezar este proceso desde que el perro es cachorro: acostumbrarlo a relacionarse con otros perros y personas para que después, una vez adulto, no desarrolle una conducta egoísta de acaparar toda la atención. Con una buena educación conseguiremos una actitud equilibrada de nuestra mascota y evitaremos futuros problemas de conducta..